Es hora de reevaluar el objetivo de nuestra sociedad. Creemos que el objetivo debe ser el bienestar de las personas: su disfrute de la vida, su sentido de satisfacción y realización. Los ingresos por sí solos no son suficientes: debemos apuntar al noble ideal del bienestar como base para el buen vivir. Pongamos el bienestar primero.
Cada vez son más las personas que están de acuerdo con este enfoque. Pero los creadores de políticas han tardado en responder, tanto en el gobierno, como en los negocios y en la educación. En cambio, tenemos un mundo donde los niveles de estrés han ido aumentando constantemente y a nivel mundial. Esto no tiene sentido. Tenemos evidencia sobre cómo construir un mundo más feliz. Usémoslo para aumentar el bienestar general, y especialmente para reducir la miseria.
Aquí les decimos como:
Si lo atesoras, mídelo.
Si medimos sólo el PIB, las ganancias o las calificaciones escolares, es natural que se piense que son estos elementos los más importantes. Por lo tanto, para transformar esta idea, debemos medir el bienestar: en la población, la fuerza laboral y la escuela.
El bienestar no es confuso. Se puede medir haciendo preguntas como:
“En general, ¿qué tan satisfecho está con su vida hoy en día?” en una escala de 0 a 10 (0 significa “Nada satisfecho” y 10 significa “Completamente”).
Las respuestas a tales preguntas transmiten claramente información importante. Por ejemplo, son buenos predictores de cuánto tiempo vivirá, qué tan productivo es en el trabajo y si renunciará a su trabajo o a su pareja. También predicen si votará para re-elegir al gobierno. Entonces (aunque no sea por otra razón) los gobiernos deberían querer maximizar el bienestar.
Para que la medición sea útil, las mismas medidas deben usarse lo más ampliamente posible, para permitir la evaluación comparativa. En diferentes países, la OCDE ha promovido un estándar común. En los negocios, existe un papel obvio para las agencias de calificación ESG. En las escuelas, gobiernos como los Países Bajos y Australia Meridional han tomado la iniciativa.
El bienestar como objetivo del gobierno
Thomas Jefferson dijo una vez: “El cuidado de la vida humana y la felicidad es el primer y único objeto legítimo del buen gobierno”. Estamos de acuerdo, siempre que la felicidad se distribuya de manera justa.
Afortunadamente, cada vez más gobiernos se están moviendo en esta dirección. Los más destacados son los cinco miembros de la alianza Wellbeing Economy Governments, pero tanto la UE como la OCDE han solicitado a sus miembros que “pongan a las personas y su bienestar en el centro del diseño de políticas”.
Este enfoque es simplemente una extensión de lo que ya sucede con la política de salud en muchos países. El gasto en salud afecta la calidad de vida de una persona y también puede afectar cuánto tiempo vive esa persona. El resultado general es, por lo tanto, el aumento de los años de bienestar del paciente (o WELLBY por sus siglas en inglés). Esta es la medida de beneficio que debe utilizarse para todas las formas de gasto público. Es esencial establecer los derechos humanos básicos.
Pero en la búsqueda de nuevas políticas, los gobiernos deberían dar especial importancia a la mejora del bienestar de las personas menos felices, porque la desigualdad del bienestar es la más fundamental, y un objetivo principal de la política debería ser elevar el nivel de aquellos cuyo bienestar es más bajo.
Por lo tanto, la prueba de cada propuesta de política debería ser su impacto en el bienestar en relación con su costo. (Y donde la mejor evidencia está en los términos de la disposición a pagar, esto debe convertirse en unidades equivalentes de bienestar).
Tal enfoque conduciría a prioridades muy diferentes, con más énfasis en los servicios públicos y menos en la inversión pública en capital físico. La salud mental surgiría como un área prioritaria para inversiones adicionales, con un mayor gasto en relación con la salud física. Para los adultos, las terapias psicológicas modernas basadas en la evidencia ahorran más dinero de lo que cuestan, porque ayudan a muchas personas a volver al trabajo. Pero es aún más importante tratar los problemas de salud mental en el momento en que la mayoría de ellos comienzan, que es en la niñez y la adolescencia. Yendo un paso más allá, sería mejor detener los problemas en primer lugar, a través de una mejor atención en las escuelas. Otro tema obvio que requiere mucha más prioridad es la lucha contra el cambio climático, para proteger el bienestar de las generaciones futuras.
El bienestar como propósito de los negocios
No es difícil ver por qué necesitamos un nuevo enfoque para el bienestar en el trabajo. Por ejemplo, en las encuestas de felicidad hora por hora, el trabajo surge como una de las peores experiencias que tiene la gente, peor, por ejemplo, que las tareas del hogar.
Además, se reporta que el peor momento de todos es cuando estás con tu jefe, la persona que debería inspirarte y apreciarte te está menospreciando. Esto no es bueno, ni siquiera para los accionistas: el dinero invertido en los 100 mejores lugares para trabajar en Estados Unidos en 1984 valía un 50% más en el año 2007 que el dinero invertido en otros lugares.
Pero el bienestar de los empleados también es importante en sí mismo. Los empleadores lo pueden afectar de manera considerable, tanto por la forma en que organizan el trabajo como por la forma en que manejan los problemas de salud mental en su fuerza laboral. Por lo tanto, el bienestar de los empleados debe ser el foco central de la S al evaluar el desempeño ESG (ambiental, social y de gobierno) de una empresa.
Sin embargo, la responsabilidad social de las empresas va más allá de accionistas y empleados. Las empresas tienen responsabilidades con sus clientes, proveedores y comunidades locales. Es muy alentador que en 2019 la Mesa Redonda de Negocios de Estados Unidos comprometiera a sus miembros con esta visión más amplia del propósito de los negocios. Las ganancias son esenciales para que un negocio prospere y crezca, pero su existencia se justifica por su contribución al bienestar humano.
El bienestar como meta de la educación
El bienestar de los niños se ve enormemente afectado por sus escuelas y sus maestros, y esto a su vez afecta su futuro bienestar como adultos. De hecho, su bienestar como niño tiene más efecto que sus calificaciones académicas sobre su posterior disfrute de la vida. Pero afortunadamente los educadores no tenemos que elegir entre el bienestar de los niños y su rendimiento académico, porque la evidencia es clara: los niños felices aprenden mejor.
Las escuelas necesitan una política de bienestar aceptada por todo el personal, padres y alumnos. Esta política debe influir en todo el espíritu y cultura de la escuela. También debe haber al menos una lección semanal dedicada a las habilidades para la vida, impartida por maestros debidamente capacitados que utilicen materiales basados en evidencia. Muchas escuelas hacen esto, pero todas deberían hacerlo.
El bienestar y el papel de los individuos
Al final, toda acción depende de los valores y las acciones de las personas individuales. Los mejores resultados solo se pueden lograr si el objetivo de todos es ser creadores de felicidad: contribuir lo mejor que se pueda a la suma del bienestar en el mundo. Esta idea está implícita en la mayoría de las grandes religiones del mundo y explícita en muchas organizaciones seculares (incluyendo WOHASU, Action for Happiness y el World Wellbeing Movement).
Conclusión
Podemos construir un mundo más feliz, con bienestar sostenible y mucha menos miseria. Pero sólo lo haremos si ese es realmente nuestro objetivo. Entonces, midamos el bienestar. Y hagámoslo el objetivo de cada organización y de cada individuo. No podría haber un propósito más inspirador para nuestras vidas.
Redactado por el profesor Lord Richard Layard
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